Que nadie espere que cambie.
Peco
de exceso de sinceridad,
de hablar libre sin tabúes
y de no mentir jamás.
Perdóname si te he incomodado en algún momento.
Prefiero aguantar los golpes
a callar o a tratar de engañarme a mí mismo.
Dejaré que mis ojos sigan hablando por mí,
que mis gestos delaten mis propósitos,
y seguiré insistiendo en aquello(s) en lo(s) que creo.
Quizás no me viniera mal una pizca de malicia,
pero prefiero llenar la cabeza con sueños y esperanzas.
Acéptame así, porque no sabría ser de otra manera.
Ni quiero.
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